Amaneció un día frío, muy frío, soleado al menos, presagio de una buena jornada.
He dicho muy frío porque hacía tiempo que no veía a los monteros alargar el desayuno en vez de salir fuera de la casa, dónde se celebra el tradicional sorteo de posturas. La junta como siempre fue a las nueve de la mañana, pero hasta las diez y media no se dio la voz para acudir al sorteo e incluso hubo un pequeño murmullo de desaprobación. En verdad se estaba mejor dentro que fuera, pero habíamos venido a lo que habíamos venido y no quedaba otra que salir. Uno a uno fueron llamando a los monteros, cuando me nombraron me tocó en suerte la cuerda del Milano, el número dos. Lo primero que pensé fue que no me gustaba, aunque no sé por qué durante la semana había querido que me tocará en la cuerda ya que no había estado antes.
Al menos iba a estar en la solana y el sol iba a aumentar algo la fría mañana. A eso de las once, el postor y a la sazón propietario de la finca, nos fue colocando en la armada. Me dijo que el tres estaba libre y por tanto podía colocarme entre el dos y el tres para cubrir ambos puestos, siempre en consonancia con el montero del puesto cuatro que quedaba en un repecho por arriba. Una vez señalizado el puesto con los monteros colindantes, comprobé la dirección del viento, que iba en dirección a la suelta de los perros.
El viento me era favorable, en cuanto cruzasen los perros ya no habría problema de airear. Efectivamente hacía las doce soltaron los perros y enseguida llegaron a la raya. En cuanto cruzaron empezaron a moverse las reses, ciervas con gabatas en su mayoría. El viento arreciaba y no se podía apreciar el ruido, ni de los perros ni de las reses. De repente sonó una ladra que venía hacía el puesto, se me puso el corazón a muchas pulsaciones y me encaré el rifle. ¡Qué será!, ¡qué será! pensaba, mientras apuntaba con el visor dónde creía que podía salir la carrera. Salió un venado, tiré y dio de bruces contra el suelo. Empezaba bien la cosa, pensé.
Una vez pasado el revuelo inicial, se dejaron de oír los perros y tras un buen rato sin oír nada, me senté. No suelo hacerlo, en parte por lo que paso después. Cuándo llevaba dos minutos sentado, escuche una carrera y tuve el tiempo justo de levantarme, antes de que saliera un venado más cerca del puesto de arriba. El montero le pego en los cuartos traseros justo cuándo se metía en el monte, ahí se quedó pinchado y se dio la vuelta volviendo hacía mi puesto. Momento que aproveche, ya más calmado, para rematarle el venado a mi compañero.
No acabo ahí la cosa, el día se estaba comportando benévolamente conmigo pero, algo hizo que acabase la montería con mal sabor de boca. Cuándo me las prometía muy feliz, sucedió todo muy deprisa, estando varios perros en medio de la raya mordisqueando uno de los venados, debieron oler algo pues salieron corriendo para el monte. Me puse en guardia y enseguida vi entre las jaras un guarro grande que venía de frente, así me encaré el visor y le disparé. El guarro pego un bote y corrió hacía el otro lado de la raya velozmente, tanto que prácticamente no pude accionar el cerrojo antes de tirarle un segundo tiro casi dentro del monte. Se me había caído el día encima, a partir de ese momento esperaba que acabase la montería para poder pistear el guarro, confiando en que al menos el primer tiro le hubiese dado. Al acabar la montería registre la zona del primer disparo, no viendo rastro, seguí los pasos por la raya hasta el lugar de la huida y allí vi una gotita de sangre sobre una piedra. Media uña de sangre nada más, me metí en el monte y ya no conseguí ver rastro alguno. Cuando salí estaba el perrero con la rehala en medio de la raya y entro a ver si los perros encontraban algo, no hubo suerte.
¡Otro bicho que se escapaba del zurrón antes de haberlo cazado! Al menos me pude consolar por el buen resultado anterior. Después tuve que marchar corriendo a Madrid porque tenía una boda.
He dicho muy frío porque hacía tiempo que no veía a los monteros alargar el desayuno en vez de salir fuera de la casa, dónde se celebra el tradicional sorteo de posturas. La junta como siempre fue a las nueve de la mañana, pero hasta las diez y media no se dio la voz para acudir al sorteo e incluso hubo un pequeño murmullo de desaprobación. En verdad se estaba mejor dentro que fuera, pero habíamos venido a lo que habíamos venido y no quedaba otra que salir. Uno a uno fueron llamando a los monteros, cuando me nombraron me tocó en suerte la cuerda del Milano, el número dos. Lo primero que pensé fue que no me gustaba, aunque no sé por qué durante la semana había querido que me tocará en la cuerda ya que no había estado antes.
Al menos iba a estar en la solana y el sol iba a aumentar algo la fría mañana. A eso de las once, el postor y a la sazón propietario de la finca, nos fue colocando en la armada. Me dijo que el tres estaba libre y por tanto podía colocarme entre el dos y el tres para cubrir ambos puestos, siempre en consonancia con el montero del puesto cuatro que quedaba en un repecho por arriba. Una vez señalizado el puesto con los monteros colindantes, comprobé la dirección del viento, que iba en dirección a la suelta de los perros.
El viento me era favorable, en cuanto cruzasen los perros ya no habría problema de airear. Efectivamente hacía las doce soltaron los perros y enseguida llegaron a la raya. En cuanto cruzaron empezaron a moverse las reses, ciervas con gabatas en su mayoría. El viento arreciaba y no se podía apreciar el ruido, ni de los perros ni de las reses. De repente sonó una ladra que venía hacía el puesto, se me puso el corazón a muchas pulsaciones y me encaré el rifle. ¡Qué será!, ¡qué será! pensaba, mientras apuntaba con el visor dónde creía que podía salir la carrera. Salió un venado, tiré y dio de bruces contra el suelo. Empezaba bien la cosa, pensé.
Una vez pasado el revuelo inicial, se dejaron de oír los perros y tras un buen rato sin oír nada, me senté. No suelo hacerlo, en parte por lo que paso después. Cuándo llevaba dos minutos sentado, escuche una carrera y tuve el tiempo justo de levantarme, antes de que saliera un venado más cerca del puesto de arriba. El montero le pego en los cuartos traseros justo cuándo se metía en el monte, ahí se quedó pinchado y se dio la vuelta volviendo hacía mi puesto. Momento que aproveche, ya más calmado, para rematarle el venado a mi compañero.
No acabo ahí la cosa, el día se estaba comportando benévolamente conmigo pero, algo hizo que acabase la montería con mal sabor de boca. Cuándo me las prometía muy feliz, sucedió todo muy deprisa, estando varios perros en medio de la raya mordisqueando uno de los venados, debieron oler algo pues salieron corriendo para el monte. Me puse en guardia y enseguida vi entre las jaras un guarro grande que venía de frente, así me encaré el visor y le disparé. El guarro pego un bote y corrió hacía el otro lado de la raya velozmente, tanto que prácticamente no pude accionar el cerrojo antes de tirarle un segundo tiro casi dentro del monte. Se me había caído el día encima, a partir de ese momento esperaba que acabase la montería para poder pistear el guarro, confiando en que al menos el primer tiro le hubiese dado. Al acabar la montería registre la zona del primer disparo, no viendo rastro, seguí los pasos por la raya hasta el lugar de la huida y allí vi una gotita de sangre sobre una piedra. Media uña de sangre nada más, me metí en el monte y ya no conseguí ver rastro alguno. Cuando salí estaba el perrero con la rehala en medio de la raya y entro a ver si los perros encontraban algo, no hubo suerte.
¡Otro bicho que se escapaba del zurrón antes de haberlo cazado! Al menos me pude consolar por el buen resultado anterior. Después tuve que marchar corriendo a Madrid porque tenía una boda.
Al parecer después de la montería se remato un guarro grande que llevaba una pata rota...!
ResponderEliminarBuen relato!
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog, parece que va cogiendo forma.
Un abz
Y sube alguna foto del venao!
Buen relato Juan. Felicidades por el venado, es bonito!
ResponderEliminarPodrías contar el relato de como mataste el venado (inmenso) con el que sales en tu foto de perfil? Seguro que gusta!
Un abrazo
Bueno, a ver si el guarro que remataron que iba pinchado era el tuyo y habrá que conseguirlo no?
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog y por el venao! Da gusto leer como cuentas el lance.
ResponderEliminarSigue escribiendo!