A las 21.30h llegábamos al Parador de Oropesa, cansados por la semana, pero ilusionados por la jornada de caza que nos iba a deparar el día siguiente.
La tercera de las monterías que se celebran en esta finca, ponía punto final a la acción de la presente temporada. Teníamos por delante completar el cupo previsto, aunque no soñábamos con realizarlo, ya que cuatro venados y demás guarros nos parecía muy difícil. Por si acaso echamos balas al zurrón...
El día amaneció soleado, sin casi viento y perfecto para cazar, pues las lluvias de la semana habían dejado el cazadero en condiciones optimas para los perros y para las reses.
El sorteo se realizó rápido para poder cerrar la mancha y a las 11.30 ya estábamos en el puesto. Al dejar los coches pude sacar esta imagen de la Serranía de Gredos, con las cumbre nevadas que con el deshielo riegan la llanura de la bella localidad de Oropesa. Y precisamente nuestro puesto se encontraba cerca de una vaguada por la que circulaba un arroyuelo, lugar que identificamos como probable huida de las reses por el cortadero.
A la montería iba acompañando a mi padre. Nos encontrábamos en medio de la mancha y ya en la colocación de los puestos habíamos visto movimiento de reses. Al poco de ponernos, oímos la llegada de los camiones de los perros a la suelta y en ese preciso instante el campo empezó a bullir de movimientos. Los primeros mirlos huyeron de su seguridad en la madroña, las reses empezaron a buscar las veredas por donde correr y los viejos cochinos se apretaron en la espesura de algún lentisco.
Empecé con la suerte del tiro, esta vez mi padre me dejo tirar primero, ya que quería que cazase un buen macareno. Yo no estaba muy convencido de empezar ya que últimamente la suerte no me acompaña y eso de tirar con un rifle desconocido...pero acababa de sacar un buen puesto y "a caballo regalado no le mires el diente".
Mientras esperábamos a la suelta, escuchamos movimiento dentro del monte, en frente del puesto. Notábamos la presencia de alguna res o guarro que intentaba sacar el aire o el mínimo ruido para conocer nuestro paradero.
Fueron minutos, que parecieron horas, una lucha entre el agudo oído del animal y la quietud de dos cazadores que, sabedores de jugar el lance favorablemente, suponía estar como estatuas durante un rato.
Al ir avanzando los perros, empezaron las ladras, por un lado, por otro, unas mas pronunciadas otras más lejanas. De repente una carrera se dirige hacía nosotros. Me preparo, puede ser el macareno que habíamos escuchado minutos antes, al momento salen dos jabalíes. Apunto y disparo, errando el tiro y volviendo a disparar mientras se mete en el monte.
- ¡Vaya la que he liado! - le digo a mi Padre, - sabía que esto iba a pasar - concluyó.
Sin tiempo para nada, mi padre me urge a que recargue pues viene otra ladra. Cambio las balas al express y de inmediato encaro otra vez a la raya. Esta vez un descomunal guarro intenta colarse por el mismo hueco que las anteriores. Esta vez corro bien la mano y consigo pincharle en los cuartos traseros. Pienso, ¡éste no se me va! y lo remato antes de que dé muchas vueltas. El corazón a mil, abrazo con mi padre y un enhorabuena. El jabalí yace en medio del cortadero.
Después de las felicitaciones, comentamos que ése si que era el guarro que careaba al inicio de la montería y las otras dos eran una guarra y su primalón, junto con un rayón que paso a pocos metros detrás. Esta vez le paso el rifle a mi Padre, consciente de que yo ya había echo mi parte y que le tocaba a él.
No pasaron más de diez minutos, cuando otra carrera nos sorprendió por la misma zona del arroyuelo que teníamos a nuestra izquierda. Segundos de tensa espera, hasta que salen varias ciervas, seguidas de un venado. A mitad de la raya suena el disparo y el venado hace un extraño. Antes de que se meta en el monte otro disparo y seguidamente el venado se adentra en la espesura. La impresión es que puede ir tocado, pero no sabemos.
Parece ser, que el primer lance lo estamos fallando, pueden ser los nervios o el corazón a mil que se nos pone con cada lance y que no nos deja descansar, pues a cada momento surge una ladra o varias o alguna carrera.
Decidimos volver a cambiarnos el arma, nada más cruzarnos al otro lado del cortadero, al pasar los perreros por delante. Fueron momentos de relativa calma, hasta que otra vez volvió la tensión.
Llevaba escasos minutos con el arma entre las manos, cuando se volvieron los perros, tras una ladra y salió un guarrete, al que no deje llegar a la mitad del cortadero. Un tiro algo delantero, que dejo al cochino montando una escandalera, hasta que fui a rematarlo.
Para mí, la montería estaba sobre pasando cualquier expectativa, por lo que le dije a mi Padre que desde ese momento yo me dedicaba a hacer de secretario.
Los perros se fueron alejando hasta el final de la mancha, lo que no dejo de seguir estando interesante, pues los puestos de al rededor estaban tirando y a nosotros nos entraron varias ciervas, un vareto y un rayón, que algo despistado nos hizo reír un momento.
Otra vez de vuelta los perros y mientras disfrutábamos de un solecito mañanero muy agradecido, nos sorprendió una carrera que se freno en el mismo borde del cortadero. Yo acertaba a ver un venado. Mi Padre me dijo que iban dos y que el bueno era el de detrás. Segundos de tensión. El venado se decide a avanzar y con él el otro, que si parece un poco más grande.
Rápido de reflejos, corre la mano y al instante, bum! Un tiro y el venado cae entre una madroña nada más cruzar el cortadero. Le vemos zarandear la cuerna y caer lentamente.
Más abrazos y exclamaciones!! Dos guarros y un venado, además de fallar otros tantos y la cantidad de lances y bichos vistos, hacen de esta montería una de las mejores de los últimos años, en las que he asistido.
Recogiendo la postura, me permito sacar otra foto de la esplendida vista del macizo de Gredos, que siempre quedará vivo en mi recuerdo.
Hasta el sábado! Donde terminamos con la acción de El Rondal.
Mientras esperábamos a la suelta, escuchamos movimiento dentro del monte, en frente del puesto. Notábamos la presencia de alguna res o guarro que intentaba sacar el aire o el mínimo ruido para conocer nuestro paradero.
Fueron minutos, que parecieron horas, una lucha entre el agudo oído del animal y la quietud de dos cazadores que, sabedores de jugar el lance favorablemente, suponía estar como estatuas durante un rato.
Al ir avanzando los perros, empezaron las ladras, por un lado, por otro, unas mas pronunciadas otras más lejanas. De repente una carrera se dirige hacía nosotros. Me preparo, puede ser el macareno que habíamos escuchado minutos antes, al momento salen dos jabalíes. Apunto y disparo, errando el tiro y volviendo a disparar mientras se mete en el monte.
- ¡Vaya la que he liado! - le digo a mi Padre, - sabía que esto iba a pasar - concluyó.
Sin tiempo para nada, mi padre me urge a que recargue pues viene otra ladra. Cambio las balas al express y de inmediato encaro otra vez a la raya. Esta vez un descomunal guarro intenta colarse por el mismo hueco que las anteriores. Esta vez corro bien la mano y consigo pincharle en los cuartos traseros. Pienso, ¡éste no se me va! y lo remato antes de que dé muchas vueltas. El corazón a mil, abrazo con mi padre y un enhorabuena. El jabalí yace en medio del cortadero.
Después de las felicitaciones, comentamos que ése si que era el guarro que careaba al inicio de la montería y las otras dos eran una guarra y su primalón, junto con un rayón que paso a pocos metros detrás. Esta vez le paso el rifle a mi Padre, consciente de que yo ya había echo mi parte y que le tocaba a él.
No pasaron más de diez minutos, cuando otra carrera nos sorprendió por la misma zona del arroyuelo que teníamos a nuestra izquierda. Segundos de tensa espera, hasta que salen varias ciervas, seguidas de un venado. A mitad de la raya suena el disparo y el venado hace un extraño. Antes de que se meta en el monte otro disparo y seguidamente el venado se adentra en la espesura. La impresión es que puede ir tocado, pero no sabemos.
Parece ser, que el primer lance lo estamos fallando, pueden ser los nervios o el corazón a mil que se nos pone con cada lance y que no nos deja descansar, pues a cada momento surge una ladra o varias o alguna carrera.
Decidimos volver a cambiarnos el arma, nada más cruzarnos al otro lado del cortadero, al pasar los perreros por delante. Fueron momentos de relativa calma, hasta que otra vez volvió la tensión.
Llevaba escasos minutos con el arma entre las manos, cuando se volvieron los perros, tras una ladra y salió un guarrete, al que no deje llegar a la mitad del cortadero. Un tiro algo delantero, que dejo al cochino montando una escandalera, hasta que fui a rematarlo.
Para mí, la montería estaba sobre pasando cualquier expectativa, por lo que le dije a mi Padre que desde ese momento yo me dedicaba a hacer de secretario.
Los perros se fueron alejando hasta el final de la mancha, lo que no dejo de seguir estando interesante, pues los puestos de al rededor estaban tirando y a nosotros nos entraron varias ciervas, un vareto y un rayón, que algo despistado nos hizo reír un momento.
Otra vez de vuelta los perros y mientras disfrutábamos de un solecito mañanero muy agradecido, nos sorprendió una carrera que se freno en el mismo borde del cortadero. Yo acertaba a ver un venado. Mi Padre me dijo que iban dos y que el bueno era el de detrás. Segundos de tensión. El venado se decide a avanzar y con él el otro, que si parece un poco más grande.
Rápido de reflejos, corre la mano y al instante, bum! Un tiro y el venado cae entre una madroña nada más cruzar el cortadero. Le vemos zarandear la cuerna y caer lentamente.
Más abrazos y exclamaciones!! Dos guarros y un venado, además de fallar otros tantos y la cantidad de lances y bichos vistos, hacen de esta montería una de las mejores de los últimos años, en las que he asistido.
Recogiendo la postura, me permito sacar otra foto de la esplendida vista del macizo de Gredos, que siempre quedará vivo en mi recuerdo.
Hasta el sábado! Donde terminamos con la acción de El Rondal.
JAA
No hay comentarios:
Publicar un comentario