miércoles, 30 de enero de 2013

Organización de una montería

Hace ya más de un mes nos propusimos organizar una montería en una finca, con tal fin nos pusimos a la obra.
Lo primero fue establecer un precio para los puestos y fijar unos cupos. A partir de ese momento, la labor de comercialización paso a suponer todos nuestros esfuerzos. Mails, llamadas y encuentros fueron todas nuestras armas para conseguir los fijados 30 puestos.

Entre medias había que lidiar con la administración para presentar la solicitud de la montería, conseguir los permisos y autorizaciones de sanidad y negociar los precios de la recogida de la carne.
 
Los días iban pasando, los puestos se van cubriendo y surjen las primeras bajas inesperadas. Vamos a ver la finca con frecuencia y el guarda nos comenta que los guarros no están entrando a los comederos. El tiempo revuelto de estas semanas atrás a cambiado las querencias de los bichos y parece que se están decantando por zonas más resguardadas.
 
Toca ir a poner los puestos. Elegimos un día a pocas fechas de la celebración de la montería. Ese día diluvia sobre la finca, aun así vamos poniendo todos los puestos respetando el mayor principio de seguridad. De hecho en varios sitios tenemos que cambiar los puestos de lado para que puedan cumplir las reses y no haya problemas con los puestos colindantes. Ese mismo día con el guarda, fijamos las rehalas, las manos por donde van a ir y la organización del conjunto de la montería.
 
Parece ser que la tendencia va mejorando y los guarros vuelven a sus querencias. En principio no se cazan venados, aunque hay muchos en la mancha. Las ciervas son libres y se espera un buen tapete para cubrir los gastos con la venta de la carne.
 
El viernes, día antes de la montería, cerramos los últimos flecos y esperamos a que haya suerte con el tiempo. Me toca poner dos armadas y concretamos dónde se van a dejar los coches.
 
Ha llegado el día, la ilusión de la temporada está por comenzar, todo se decide en un día y la suerte está echada. Van llegando los monteros con sus coches y se van repartiendo por la explanada habilitada como aparcamiento. El catering está preparado en la nave de la finca y los monteros se van sentando en las mesas. Vamos recibiendo a todo el mundo y comienzan los abrazos, saludos y los nervios para que todo salga bien.
 
Poco a poco el ambiente se va haciendo más relajado y llega el momento del sorteo. Se alza una voz, que da las primeras indicaciones y se va llamando a los monteros. Cada uno va sacando su puesto y se producen los primeros cambios de impresiones. Qué si tal puesto es bueno, que si en este el año pasado se hizo no sé qué, y cosas similares.
 
Durante esos instantes, el tiempo pasa para unos deprisa, para otros lento. A mi esos momentos son de apuntar los puestos, organizar las armadas y controlar el pago de cada cazador. Una vez terminado, comienza la salida de las armadas. La gente se atolondra un poco en esos instantes y es buen momento para organizar los coches y dirigir la salida.
Mis dos armadas salen de las últimas por lo que me da tiempo a tener todo organizado para cuando vayamos a salir.
 
Todo se ha realizado a la mayor brevedad posible, para que las rehalas puedan soltar antes de las 12 del medio día. Se van colocando los puestos y empiezan a sentirse las reses, algún tiro y las prisas de las últimas armadas en ponerse. Sueltan los perros y comienza la montería. A partir de ahí forma parte de lo bonito que tiene este trabajo. Horas más tarde, con la vuelta de los perros a sus camiones, vuelve el bullicio de la organización para que todo este listo para su finalización. La recogida de las armadas, la recogida de las reses, la comida, el tapete con los bichos.
Una buena organización que pasa desapercibida para los monteros, que al finalizar la comida se encuentran con las reses colocadas en el tapete, listas para las fotos y regocijo de los monteros.
 
Aun quedan detalles, que se van finiquitando con el paso de las horas, la liquidación de las rehalas y personal, el pesaje de la carne por la cárnica, la expedición de autorización de traslado de trofeos, etc.
 
Enhorabuena, porque el día resulto de lo más agradable y siempre quedará en mi memoría.

JAA

sábado, 19 de enero de 2013

Por tierras de Oropesa

La tarde del viernes se me estaba haciendo larga, en la oficina tenía pocas que hacer y encima la cabeza la tenia en la montería del día siguiente.
Eran las seis y decidí irme para casa, a las siete había quedado con mi padre para que nos recogiera a Maite y a mi y saliéramos rumbo al Parador de Oropesa.
Una hora y media más tarde, contemplábamos el imponente Castillo, iluminado y en alto de Oropesa.
La Casa solariega de los Álvarez de Toledo, Condes de Oropesa, que fue refugio de soldados, religiosos y nobles en otras épocas, presenta unas excepcionales panorámicas de la sierra de Gredos.
Cenamos en uno de los comedores y después de salir al patio para ver que tiempo hacía, nos fuimos a la cama. Hay que decir que hacía un poco de niebla y estaba cayendo una fina capa de lluvia. Las previsiones no eran del todo precisas y al día siguiente nos podíamos encontrar con cualquier cosa.
Al día siguiente, nos levantamos y lo primero que hice fue descorrer las cortinas y mirar el cielo, era de noche y se veían algunas estrellas junto a densas nubes. Pensé que podía ser peor y nos dispusimos a vestirnos de monteros. Esta vez mi mujer Maite, nos acompañaba al puesto, lo que es para mi motivo de satisfacción.
Tomamos un café, contemplando toda la llanura, llamada Campo Arañuelo, y al fondo la sierra de Gredos y nos parecía estar ante una espectacular fotografía. Salimos para allá rápidamente, pues la junta era en la casa de Valdecasillas a las 9.30h.

Por el camino, mi padre, nos iba contando las peculiaridades y particularidades de las fincas por las que pasábamos. El Águila....el Cristo...y por fin Valdecasillas, por la que entramos por un camino bien hecho hasta la casa de la finca. Allí saludamos a la propiedad, a Juancho y a varios monteros conocidos y nos dispusimos a desayunar. Después de las migas con huevo, Juancho nos urgió a comenzar el sorteo de armadas.

Nos toco en suerte el nº 41. Una vez mirado en el plano, comprobamos que ese trataba de un cierre en la mitad de la mancha y aunque a mí no me gustan esos puestos, prefiero un cortadero, pensé que podría ser el escape de las reses fuera de la mancha.
Salimos de los primeros, y en poco tiempo estábamos dejando los coches y andando hacía el puesto. El nuestro era el primero de esa armada por lo que no andamos mucho. Un puesto enlucido con una pantalla de brezo y la tablilla del puesto.
Una vaguada en la que no veíamos a los puestos colindantes y con amplios tiraderos a priori. Minutos después de ponernos, mi padre advirtió el marcaje de varias reses de monterías anteriores, justo delante nuestra, por lo que previsiblemente ése sería el campo de tiro que tendríamos. Mi padre se equivoca pocas veces, y por tanto fijé la atención sobre esa zona.

Poco antes de las doce, los camiones de los perros empezaron a oírse y, con ello el inicio de la montería. Nada más soltar empezó el movimiento de las reses, que escuchábamos sin llegar a verlas. En esas estábamos cuando de izquierda a derecha cruzo un venado, entre los claros de monte que teníamos delante, justo la zona controlada por nosotros. Me encaré, pero no encontré un hueco limpio por donde tirarle, por lo que me desencaré, tratando de buscar un claro. Llego incluso a pararse pero en una zona muy tupida, sin posibilidad de disparo.

Un buen tiempo me estuve lastimando por no haber culminado el lance, más si cabe porque pasado ese inicio fulgurante, estuvimos un rato sin escuchar nada. El aire lo teníamos mal y no oíamos ni a los perros. De vez en cuando algún tiro nos alertaba de que las reses seguían moviéndose por los puestos colindantes.
El día se iba complicando climatólogicamente, las nubes se acercaban y empezaban a caer las primeras gotas, eso unido al viento, incrementaba la sensación de frío. Maite aguantaba, unas veces sentada, otras de píe, como un jabato. 
Entorno a las dos de la tarde, los perros llegaron hasta nuestra posición, incrementándose el número de disparos y de carreras a nuestro alrededor. En ese momento nos entraron un par de ciervas y un vareto, alertados estábamos, cuándo nos entro un venado por la misma carrera que el anterior, pero por una parte más clara. Un movimiento rápido, seguido de un tiro, que yo no vi acusar. Me desencaré y cargué otra bala, el venado ahora andaba y sin pensarlo le volví a disparar, cayendo al instante. Después mi padre me dijo que el primer tiro iba al codillo y el bicho estaba muerto. Así lo comprobamos al recogerlo.

De aquí al final de la montería, le cedí el tiro a mi padre, aunque ya de vuelta los perros, solo nos entro un vareto. Acabada la montería, recogimos y nos fuimos a la casa. Los monteros adelantaban los fallos y los aciertos, mientras Juancho repasaba las incidencias de cada puesto. Un poco floja para las expectativas puestas, pero para mí una buena montería con un nuevo venado en mi haber. 
El resultado fue de 17 venados, 8 guarros cogidos por los perros y muchas ciervas.



JAA

sábado, 5 de enero de 2013

Fin de año en el campo

En primer lugar quiero felicitar el año 2013 a todos, esperando que sea el de la recuperación y que todos podamos disfrutar de nuestra afición mejor que nunca.
Este año que dejamos, acaba con 18.600 visitas al blog, 23 miembros del blog y 168 seguidores en el twitter del blog. Por eso os quiero dar las gracias por la difusión entre vuestros amigos y colegas de afición. Sin vosotros casi no merecería la pena escribir sobre ello.
Volviendo al post de hoy, he podido salir con mis hermanos y tíos a tirar a las perdices durante los días de navidad y casualidades o no he podido ver más caza mayor que nunca.
Las reforestaciones que se hicieron hace unos años, ya están muy crecidas y parece que a las reses les gusta bajar del monte y encamarse en estas zonas donde están tranquilos y no se les molesta.
El día 30 salimos en mano mi Padre y yo por la zona de las tamujas pegado al arroyo con vistas a darle una vuelta a la finca y ver si salía alguna patirroja o liebre. Mis tíos se habían apostado un poco más adelante por si salía un guarro que habían visto con anterioridad. Nosotros fuimos despacio a ambos lados del arroyo, escudriñando cada tamuja, lentisco o encina para sorprender a las perdices que estarían al borde de la siembra.
Fuimos avanzando y solo vimos alguna que otra paloma que huía a cierta distancia sin poder disparar. Pasados el primer kilómetro de caminata, decidimos acercarnos a la zona donde se habían apostado mis tíos. Intuimos que al no oír disparos no habrían visto nada.
Al llegar, nada de nada habían visto, por lo que decidimos pararnos a charlar un poco y decidir por dónde seguíamos en mano. Pasados unos momentos, mi padre señala sobresaltado una guarra que viene a la carrera hacía nosotros desde la reforestación. Rápidamente cambio los cartuchos por balas y corro unas decenas de metros hasta que la guarra se intenta meter por una gatera y se pega un topetazo contra la malla. Esta a setenta metros y logro disparar una vez sin suerte, antes de que encuentre la gatera y se vaya entre las tamujas.
(no se corresponde con la original)
Inmediatamente después de los lamentos, por la linde vemos correr tres primalones que habían decidido tirar por otro camino y a los cuales mi tío logra tirar pero sin suerte. ¡Vaya, se nos han escapado! Exclamamos. No entendemos muy bien porque se han asustado y corrido hacía nosotros pero más rabia nos da no habernos quedado con ninguno.
Después de un rato decidimos seguir por la reforestación hacía el agua del rayo y de ahí al Pilar. Solo vemos palomas lejanas y una corza que vemos solo las orejas pues está tumbada. Al levantarse le siguen tres corcinos.
Al día siguiente, esta vez con mis hermanos, decidimos dar una vuelta a la finca pero en el sentido contrario al día anterior.

Comenzamos en Valdeazor y vamos cruzando toda la reforestación hasta el camino que va a la laguna. Por el camino vamos en línea Álvaro, Jacobo, Nacho Y yo. En los primeros metros Nacho y yo tiramos unas palomas y un bando de perdices, se nota que estoy desentrenado pues las fallo a capón.

En toda la reforestación vemos hasta nueve corzos, dos ciervas y varios varetos, es impresionante lo bien que están creciendo los alcornoques y encinas, ya está todo muy tupido y se va llenando de caza. 
Seguimos dando la vuelta pegados al agua del rayo, llevamos tiempo sin que nos salga ninguna rabona o patiroja, pero seguimos con esperanzas. Al llegar al filo del montecillo, Jacobo tira una liebre y de inmediato suena una carrera y aparece una cierva entre Alvaro y yo, la cual dejamos pasar, no sin gran sobresalto.

Ya estamos otra vez en la zona de las tamujas, prácticamente recogiendo para subir a casa. Nos encontramos hablando y esperando a Álvaro que es el que va más abierto y tiene que cruzar el arroyo. En esta espera suena un tiro, seguido de un ¡Ahí va el guarro!, nos miramos estupefactos y vemos aparecer un guarraco entre las tamujas. Ver al guarro y salir corriendo, mientras cambiamos los cartuchos por balas, es un todo uno. El guarro se para a 70 m, sorprendido de vernos y aprovechamos para cargar y apuntar, ya en movimiento tiramos los tres sin darle. Nacho dice que va tocado, yo he visto que el mio daba en el agua justo delante de él. El guarro sale corriendo y se oyen dos disparos más de Álvaro. 

Cuando llegamos al lugar, nos dice que lo ha fallado a huevo y piensa que va tocado. El bicho va trotineando y se para en la distancia debajo de una encina. Decidimos ir hasta allí para ver si da sangre. Así es, una gotita encontramos, pero no deja rastro suficiente y nos lleva mucha ventaja. Álvaro se lamenta porque es el primer guarro que tira y hubiera sido un fin de año perfecto. 
(No se corresponde con el original, lógicamente no llevábamos cámara)
No ha podido ser, pero esto promete para años sucesivos. Felices fiestas, buen comienzo de 2013 y que siga la caza.
JAA