sábado, 14 de mayo de 2011

Los Rastrojos

Esta vez tengo que contar una de esas salidas al campo que tanto consiguen que repitamos y repitamos en la caza del corzo.
Como ya os he dicho anteriormente, no todas las historias aquí contadas tienen un final "redondo" y ésta es una de ellas.

Salimos de Madrid a primera hora de la tarde hacía el cazadero, habíamos quedado prevíamente con Epi para que nos guiara, ya que él tenia avistados algunos corzos y podía ser nos de gran ayuda. Ese día acompañaba a mi padre, yo quería que pudiera cazar un bonito corzo y así podíamos repartirnos un poco mejor el monte.

Al llegar recogimos a Epi, y partimos en dirección al coto, dejamos a mi padre colocado cerca de una siembra y nosotros nos fuimos hacía el río. Estuvimos andando, mejor dicho, avanzando muy lentamente, mientras que nos asomábamos al cauce y a las siembras adyacentes. Mirábamos con los prismáticos detenidamente, pero no conseguiamos ver nada. Fuimos primero hacía la izquierda y luego volvimos sobre nuestros pasos para buscar una zona donde aguardar la salida de los corzos a la siembra. Se estaba haciendo de noche, cuando vimos que en la siembra asomaban dos cabecitas, mirando con los prismáticos comprobe que se trataba de una corza y un vareto, que estaban tranquilamente pasando la tarde. Del macho nada de nada y así fue hasta que se hizo de noche. Al anochecer fuimos a recoger a mi padre que nos contó que tan solo había visto dos corzas al caer el sol y poco más.

A la mañana siguiente, decidimos ir a cazar juntos la zona más pegada a la parte oeste del monte. El aire no tenía decidida su dirección y cambiaba con frecuencia, unas veces nos era contrario y otras favorable. Aun así optamos por ir de frente sin que con ello pudieran peligrar nuestra avanzadilla. Íbamos entre pinares y de vez en cuando nos asomábamos a una siembra o alguna viña. A los corzos le encanta ramonear los brotes tiernos de las vides y es fácil encontrarlos a esas primeras horas de la mañana.
Estábamos observando, cuándo inmóvil nos encontramos con la bella estampa de una corza, qué sorprendida se quedo un momento mirándonos fijamente. Poco a poco seguimos avanzando y entre los pinares, ocultas iban apareciendo alguna que otra corza más. La mañana avanzaba lentamente, en ese momento nos encontrábamos aguardando en una siembra entre un perdido de monte y una viña. Entre el monte a pocos metros del filo vimos un bulto pero no conseguiamos verle la cabeza, en cuanto se movió un poco pudimos comprobar que se trataba de un macho joven, dicho esto no pudimos valorarlo más pues se oculto entre el monte y ya le perdimos la vista.
Decidimos que mi padre intentase darle la vuelta mientras yo esperaba cortarle la salida natural hacía las viñas, pero esta vez fue mucho más listo que nosotros y nos dio esquinazo. Así acabo esa salida al campo en busca del duende del bosque.



1 comentario:

  1. Podeís mandarme algun relato y os lo pongo en el blog. Si vienen con fotos mejor. Un saludo

    ResponderEliminar