miércoles, 25 de enero de 2012

Colaboraciones en revistas del sector

Desde hace un tiempo, gracias al éxito del blog y animado por muchas personas, me decidí a comenzar una nueva singladura en el mundo cinegético. Me propuse colaborar con las revistas del sector, con artículos de interés y que estuvieran de algún modo relacionados con mi formación y el mundo de la caza.

En primer lugar me volqué en sitios de internet como la web todomontería o la página de la FAC, montear en andalucia, donde se han publicado varios artículos míos. Un poco después puse la vista en la prensa escrita y así después de muchos vaivenes, en este mes de febrero se publican dos artículos firmados en las revistas "La caza y su mundo" de MC Ediciones y "Jara y sedal" de Editorial América ibérica.

El artículo de la revista La caza y su mundo se titula: Zorzales, tradición y moda, versando sobre la popularidad de esta especie de caza menor que ahora más que nunca es la que tiene más interés para los aficionados.

El otro artículo, quizá es más técnico, pero no por eso menos entretenido. Se titula: Compatibilidad entre ganadería y la caza, y en él se evalúan las distintas opciones que se complementan mejor a la hora de unir la actividad ganadera y la venatoría.
Os animo desde aquí a que compréis las revistas o las deis un vistazo, porque a partir de este momento, quién aquí firma también lo hará en dos revistas punteras del sector.

Muchas gracias por seguirme y por leer y disfrutar con el blog.
JAA 

miércoles, 18 de enero de 2012

Por fin la lluvia

En toda la temporada no había asomado las orejas, todavía no había regado los campos ningún fin de semana, se echaba de menos el olor a tierra mojada. La lluvia; El campo en pleno invierno estaba seco, menos mal que el anticiclón ha dejado pasar la primera borrasca y eso que estamos a mediados de enero.

Pues con todo ello, la montería de Las Hoyas prevista para finales de enero, la adelantamos a este domingo porque parecía estar muy buena de guarros.
A las nueve estábamos en el bar de la junta, el cielo estaba encapotado pero no había que temer por el agua, de momento. Las migas dieron paso a unas breves explicaciones y recomendaciones de Félix Páramio y se procedió al sorteo. Nos toco en suerte el 16 del sopíe de la umbría. Anteriormente esta armada de cierre se llamaba la Gila y es la huida natural de los bichos.
El puesto mirando al nº 15
El puesto mirando al nº 17
Como se puede comprobar, no se trata de un verdadero sopíe, sino de un cortadero de cierre, amplio y con distancia a los puestos colindantes.
Nada más salir hacía la finca, empezó a llover ligeramente, lo que se convirtió en diluvio nada más llegar a los puestos. Fue bajar del coche y empezar a jarrear agua casi en horizontal, por lo que nos pusimos los chubasqueros, el gorro y los guantes.
Al puesto íbamos mi hermano Alfredo y yo, turnando el tiro pues a mi me tocaba tirar un venado, que no pudimos cazar en la anterior montería. La montería era de guarros y únicamente podían tirar venados los que no lo hubieran hecho la vez anterior.

Vista de la cuerda desde el puesto
Las Hoyas con sus peñas
A las 12 se había cerrado la mancha y al poco tiempo empezaban a oírse los perros en sus camiones. La suelta siempre es una gozada, el latir de los perros, las primeras ladras, las carreras y los tiros...

Al poco tiempo se hecho la niebla, por lo que no podíamos ver lo que teníamos en frente. En ese momento se escucho un romper de monte, seguido de un latido de un perro. Inmediatamente después se unió otro perro y juntos consiguieron sacar de su encame a un cochino. Éste parecía grande porque castañeaba los dientes y no dejaba acercarse mucho a los perros. Lo teníamos en frente, y aunque no veíamos el lance, lo escuchábamos perfectamente. Varios perros se unieron a los dos primeros y esta vez el guarro se arranco hacía ellos, produciéndose el agarre. El macareno no se dio por vencido y zafándose de los perros emprendió carrera hacía otra traviesa.

La mancha estaba muy buena de guarros, porque las ladras fueron todas de cochinos y apenas unas ciervas cruzaron por el cierre. Se siguieron sucediendo los lances, cuando delante nuestra oímos romper de monte y un montón de jaras que se movían. Salió un guarro (que al final resulto ser guarra) impresionante , que venía sin perros e intentaba salirse de la mancha. Logro sacarnos el aire y pego un respingo, todo en segundos, pero mi hermano estuvo más hábil y pudo pegarle un buen tiro.
Gran guarra abatida por Alfredo
Seguían escuchándose a los perros, a partir de ese momento yo tenía el rifle y esperaba que también me sonriese la suerte. Tuvimos varios lances cercanos, uno de una zorra que nos paso dos veces, la pobre había tenido un encuentro con los perros y ya no tenía cola y cojeaba. No se puso a tiro y cuando lo hizo estaba en línea con el puesto 15. Más tarde, es la primera vez que lo veo, escuchamos una ladra que venía directa al puesto, cuando tenía que salir al cortadero por escucharse el tarameo del monte, resulta que salieron a la raya 6 o 7 perros que desorientados  no sabían donde se había quedado lo que perseguían.

Finalmente cuando ya los perreros venían de vuelta y estaba próxima el final de la montería, tuvimos otro guarro qué perseguido por los perros venía en dirección nuestra. En ese momento estábamos aireando, por lo que a puntito de salir al cortadero, cambio su trayectoria librándose de los perros. Estuvo tan cerca que vimos entre el monte la sombra del bicho, pero nos descubrió primero.

Durante toda la montería estuvo lloviendo, por lo que regresamos directamente a casa para cambiarnos de ropa y llegar a la junta a ver lo que se había cazado. El resultado fue de 4 venados y 23 guarros.
Una vez más el buen hacer de la propiedad y de Félix hizo que todo saliera a pedir de boca, lástima que por fin llegase la lluvia, tan esperada, y desluciera el buen día de montería.

JAA

sábado, 14 de enero de 2012

Monterías en casa

Cazar en mi casa, en familia, es de las mejores cosas que se pueden hacer porque se unen las aficiones y las responsabilidades. Esta vez ejercíamos un descaste de ciervas, lo cual es muy necesario cuando el control de las poblaciones no solo pasa por cazar machos, sino que también implica la disminución de la cabaña cinegética de hembras. No quiero centrarme en esto, pues pretendo que sea un relato de las dos jornadas de caza, pero dentro de la buena gestión de un coto es muy importante controlar la capacidad de carga y por tanto es fundamental mantener un equilibrio entre sexos que no produzca  una merma considerable de la calidad.
Dicho lo cual nos dispusimos, entre amigos y familiares, a disfrutar de una jornada de caza en la que prevalecerían las hembras frente a los machos. Esta vez el capitán de montería fue mi primo Antonio Rojas. Cazamos la mancha Vicejos, una morra de apenas 90 ha, muy fácil de montear y donde sabíamos que se oirían muchas carreras y ladras.

Después del desayuno típico de migas con huevo y chorizo, y mientras entablábamos conversaciones entorno a la recién celebración del día de Reyes, comenzó el sorteo de posturas. Este primer día invite a mi amigo Ricardo de Ena a que viniera conmigo y disfrutará de un día de campo. Últimamente, la suerte me depara que en los sorteos me quede el último o penúltimo para sacar el puesto, lo cual no es muy agradable, pero no me está dando mala suerte. Finalizado el sorteo, nos toco el 8 de la traviesa, antigua cuerda de Vicejos.

Se podía tirar a 5 ciervas y guarros libre, aunque en este sentido se aviso que no había muchos. Cómo he dicho anteriormente, la mancha a cazar es pequeña y en gran medida se oye todo lo que pasa en ella. Así fue, nada más soltar los perros en el sopíe de la solana, prácticamente los teníamos encima, junto a muchas carreras de venados y ciervas. Dicho lo cual, me pareció que los venados sabían que no se les tiraba, porque salían a la traviesa sin prisa y luciendo cornamenta.
Os dejo una foto sin mucha calidad, pero que demuestra que me dio tiempo a hacerle una foto con el móvil.

El puesto estaba en la cuerda, en un pequeño llano del monte, antes de volver a subir hasta su altitud máxima. Desde él se veían los puestos 7 y 9 con claridad por lo que no habría problemas con los tiros. En primer lugar empezó Ricardo a tirar, estando fino con los primeros lances en los que abatió una cierva, casi al compás que mi primo Manolo que estaba en el número 7.

Fue transcurriendo la mañana, mientras nos turnábamos en el tiro y porqué no decirlo en sentarnos en la silla que se había traído Ricardo. Tengo que decir que no estuve acertado en el primer lance que tuve, fallando una cierva a capón, aunque eso si a contramano.
A eso de las 2 de la tarde, cuándo ya estaba tocando a su fin la montería nos entraron varias pelotas de reses, de las que Ricardo dio buena cuenta quedándose con una y yo pinchando otra que fuimos a pistear, finalizada la montería.

El pisteo de la cierva se hizo trabajoso, puesto que iba dando sangre gota a gota, a veces dejaba rastros en las jaras, por lo que dedujimos que iba tocada de cuartos traseros o delanteros. La cierva, en contra de toda lógica no fue hacía abajo, hacía el sopíe, sino que fue en paralelo a los puestos a unos 50 metros dentro del monte. Fuimos siguiendo el rastro hasta el puesto número cinco, donde volvió a salir a la traviesa,  encontrando un gran charco de sangre, siendo abatida por el cazador de ese puesto.

Finalmente, con la alegría de haber abatido tres ciervas, habernos divertido mucho con los venados que nos entraron y el buen día de caza, bajamos a tomarnos la comida y pudimos celebrar la tradición del noviazgo de un nuevo montero. El resultado fueron 39 ciervas y 1 guarro.

Este domingo damos la última montería en Las Hoyas, ya os contaré que tal se da.

JAA

martes, 10 de enero de 2012

Cazando con Perico Castejón

De la mano de Perico Castejón, grandísimo rehalero y mejor persona, fuimos invitados mi padre y yo, a cazar en la finca “Valdecasillas”. 
Empezábamos un fin de semana que se presentaba apasionante por muchos motivos, dos de ellos muy especiales; En primer lugar por acompañar a mi padre a montear, del cual he aprendido absolutamente todo lo que sé relacionado con la caza y sin el que no habría podido cazar en muchas ocasiones, en concreto este fin de semana del que os hablo, que siendo el único de la temporada en el que yo podía montear, consiguió dos monterías “para mí”. Y en segundo lugar, motivo especial es también hacerlo junto a Perico. 

Salimos a las nueve de la mañana del Parador de Oropesa, donde nos habíamos alojado, en dirección a la finca para llegar a las nueve y media, hora a la que nos habían citado para el desayuno. La finca, bonita hasta decir basta, tenía una preciosa dehesa donde se encontraba el pabellón de caza y una zona de mucho monte de jara y madroña, que hacía más espectacular todavía el día de campo que nos esperaba. Valdecasillas se encontraba entre Oropesa y Candeleda, con las cumbres de Gredos de fondo pero todavía en la provincia de Toledo. 

Nada más llegar nos recibió afectuosamente Juancho, que terminaba de preparar el posterior sorteo de los puestos. Nos sentamos junto a él a desayunar las tradicionales migas manchegas en un precioso pabellón de caza, mientras comenzaban a llegar el resto de monteros. Terminamos de desayunar y fuimos saludando a los diferentes cazadores, entre ellos Perico y su mujer.

A las diez en punto comenzó el sorteo de los puestos. Juancho tras dar los pertinentes avisos de seguridad y cupos, me pidió que rezara un Padrenuestro, como es tradición, por los monteros fallecidos. 

La mancha a cazar sería “Batanes”, repartidos los puestos en traviesas y sopiés. Nos tocó el puesto 17, con gran suerte, en el centro de la mancha. Salimos hacia el puesto a las once, siendo la nuestra la última armada que se colocó. El cortadero era muy ancho y limpio, los puestos estaban colocados de tal manera que, al haber muchas vaguadas, no llegábamos a ver los puestos contiguos, habiendo una seguridad absoluta. 

El monte mediterráneo, con abundancia de jaras y madroñas, era perfecto refugio de jabalíes y venados, y sería relativamente fácil de montear para los perros, aunque muy larga. 

El cupo que había establecido la propiedad era de un venado grande, y pequeños sin cupo, sin cupo de ciervas, no pudiendo tirar cochinos. Esto último fue algo que nos sorprendió, pero la propiedad quería reservar los jabalíes para la temporada que viene. 

Nada mas soltar los perros, a las doce, comenzaron las ladras y no dejaron de sucederse las carreras a lo largo de la mañana. Lo primero que nos entró fue un zorro, que sabiendo lo que se avecinaba, ponía pies en polvorosa. Al poco tiempo, dos bonitos y largos varetos entraban sigilosos al cortadero, cruzando tranquilamente sin sospechar de nuestra presencia. Los jabalíes parecían saber que la montería hoy no iba con ellos. A lo largo de la mañana nos entraron cuatro, y machos. El primero de ellos, entro al paso y jadeando, sin perros y apenas a cinco metros, pudimos contemplar las enormes navajas que portaba, costó mucho contenerse y dejarlo ir. De la misma manera entraron los tres posteriores, grandes machos que entraron al cortadero tranquilamente, llenos de barro y sin inmutarse de que estábamos allí. 

Con el corazón en un puño, latiendo de manera acelerada vivíamos cada uno de estos lances, hasta que a eso de las dos, tras un pequeño trote en una pedriza, entraba un gran venado al cortadero, con la cabeza alta y las portentosas cuernas ligeramente hacia atrás, mi padre y yo lo vimos claro, era de los grandes y teníamos que hacernos con él, todo esto en décimas de segundo. Le metí la cruz del visor en el codillo y disparé. El pavo se encogió y acelerando la carrera se metió en el monte. Llevaba un tiro de muerte, estábamos seguros. Mi padre me dijo convencido; “está muerto”. Oímos un fuerte tarameo dentro del monte y se hizo el silencio. 

A la media hora llegaron los perros a la raya y nos cambiamos de lado. Hablamos con el perrero y le dijimos que debía haber ahí un venado muerto. Se metió con los perros, y al no oír nada, nos temimos lo peor, que el venado se hubiera ido pinchado. Pero teníamos ese presentimiento de que el venado llevaba un tiro perfecto, y que estaba allí, y así fue. Al volver los perros el perrero nos advirtió de que allí estaba el venado muerto, a unos veinte metros en el arroyo, “un venado enorme”. Ahora sí, con la certeza de habernos quedado con él, mi padre me felicitó, nos dimos un abrazo y nos fumamos un cigarrito para celebrarlo. 

Al terminar la montería entramos en el monte para verlo, efectivamente desde el lugar del tiro iba dejando un reguero de sangre, rompiendo jaras hasta caer muerto en el arroyo. Allí estaba, un venado magnifico, largo, ancho, con doce puntas, muy abierto y grueso. ¡no os imagináis la alegría que sentí! Nos hicimos las fotos oportunas, lo marcamos para su recogida y nos fuimos para la casa. 
Al llegar a la casa, mientras nos tomamos un suculento aperitivo que nos habían preparado, compartimos con el resto de monteros los distintos lances del día, anécdotas y demás sucesos de la montería, donde cabe destacar lo bien que trabajaron las rehalas, y más concretamente la de Perico. 

Comimos en la mesa con él, que nos fue contando cómo se vive la montería desde dentro, con los perros. Nos contó cientos de anécdotas de tantos años monteando con la rehala, debo decir que mi padre y yo estamos muy agradecidos a Perico, que nos trató de maravilla y nos amenizó la montería. Ha sido un placer y un honor cazar con tan prestigioso perrero. 

Después de comer, tranquilamente a eso de las siete, el tapete de reses ya estaba preparado, con todos los venados preparados y perfectamente colocados. El resultado final fue de treinta y cinco venados, cinco de ellos medalla, y todos de gran porte. Cuatro cochinos cogidos por los perros y unas sesenta ciervas. ¡Un monterión! 
Por Jacobo