viernes, 27 de mayo de 2011

Tarde de miércoles

Ahora que tengo más tiempo, casualidades de la vida, me dedico un poco a lo que me gusta. Entre esas cosas está darle una vuelta a los corzos. Pues bien os contaré un relato de una tarde de miércoles.
Salimos por la tarde de Madrid hacía el cazadero con la esperanza de poder, al menos, ver algún corzo, fuese hembra y nos deleitase con su figura o fuese macho y pudiéramos hacerle una buena entrada.

Con esos pensamientos tomamos carretera, mi hermano Alvaro y yo. Álvaro era la primera vez que me acompañaba esta temporada, me decía que íbamos a tener suerte, que lo veía claro, etc. Yo pensaba, que a ver si tenía razón y teníamos suerte.
Llegamos al coto, sabíamos donde colocarnos a esperar. Se trataba de una siembra, que por esas fechas estaba aun sin espigar y eso le daba un atractivo culinario a los corzos.
Nos colocamos debajo de un enebro, en un puesto preparado para otras ocasiones. Fuimos dejando pasar el tiempo, con la esperanza en que cómo otras veces saldrían tarde, ya anocheciendo.

El viento era muy cambiante, en principio nada más llegar soplaba de noreste e iba fluctuando a este o norte según la racha de viento. Eso no entraba en nuestros planes, pues yo había visto con anterioridad que a esas horas el viento estaría más bien sur - sureste. Aun así donde nos colocamos no nos molestaba demasiado, con la idea de que sería más fácil que salieran por la parte oeste de la siembra.
Fue pasando el tiempo y con ello las horas de luz, poco a poco se hacía más oscuro, aunque todavía se distinguía bien a simple vista.

En un golpe de aire, mientras poníamos todos nuestros sentidos en el campo, escuchamos el característico ladrido del corzo, Bauuugh, bauuugh, al instante otro ladrido un poco más a la izquierda y otro. Parecía que estaba corriendo mientras huía de algo que lo había importunado. Pensé, el maldito aire nos ha descubierto.
Una vez más volvió a ladrar, pero estaba vez el ladrido venía de frente a nosotros, más rápido, más fuerte. En ese momento cogí el rifle con la intuición de que iba a salir, pero nada.

Le dije a mi hermano que no se moviera, que posiblemente no hubiéramos sido nosotros los culpables de la carrerita y que lo teníamos cerca. Por el ladrido intuía que era macho, por esa forma ronca de ladrar y marcar el territorio. Cinco minutos más tarde apareció de la nada en medio de la siembra, tal vez fueran unos segundos los que había apartado la mirada de la siembra, al volver la vista me sorprendía un nuevo inquilino.
A simple vista se notaba macho, comprobe con los prismáticos que era cierto y tras unos segundos de valoración, decidí encararme el rifle. Deje que se tranquilizará, que tomará el aire a la siembra, mientras nos miraba detenidamente, nada raro pensó. En cuanto bajo la cabeza para comer le apunte y como dijo mi hermano fue la culminación de un gran lance.

Estas son las fotos del último candidato.






sábado, 14 de mayo de 2011

Los Rastrojos

Esta vez tengo que contar una de esas salidas al campo que tanto consiguen que repitamos y repitamos en la caza del corzo.
Como ya os he dicho anteriormente, no todas las historias aquí contadas tienen un final "redondo" y ésta es una de ellas.

Salimos de Madrid a primera hora de la tarde hacía el cazadero, habíamos quedado prevíamente con Epi para que nos guiara, ya que él tenia avistados algunos corzos y podía ser nos de gran ayuda. Ese día acompañaba a mi padre, yo quería que pudiera cazar un bonito corzo y así podíamos repartirnos un poco mejor el monte.

Al llegar recogimos a Epi, y partimos en dirección al coto, dejamos a mi padre colocado cerca de una siembra y nosotros nos fuimos hacía el río. Estuvimos andando, mejor dicho, avanzando muy lentamente, mientras que nos asomábamos al cauce y a las siembras adyacentes. Mirábamos con los prismáticos detenidamente, pero no conseguiamos ver nada. Fuimos primero hacía la izquierda y luego volvimos sobre nuestros pasos para buscar una zona donde aguardar la salida de los corzos a la siembra. Se estaba haciendo de noche, cuando vimos que en la siembra asomaban dos cabecitas, mirando con los prismáticos comprobe que se trataba de una corza y un vareto, que estaban tranquilamente pasando la tarde. Del macho nada de nada y así fue hasta que se hizo de noche. Al anochecer fuimos a recoger a mi padre que nos contó que tan solo había visto dos corzas al caer el sol y poco más.

A la mañana siguiente, decidimos ir a cazar juntos la zona más pegada a la parte oeste del monte. El aire no tenía decidida su dirección y cambiaba con frecuencia, unas veces nos era contrario y otras favorable. Aun así optamos por ir de frente sin que con ello pudieran peligrar nuestra avanzadilla. Íbamos entre pinares y de vez en cuando nos asomábamos a una siembra o alguna viña. A los corzos le encanta ramonear los brotes tiernos de las vides y es fácil encontrarlos a esas primeras horas de la mañana.
Estábamos observando, cuándo inmóvil nos encontramos con la bella estampa de una corza, qué sorprendida se quedo un momento mirándonos fijamente. Poco a poco seguimos avanzando y entre los pinares, ocultas iban apareciendo alguna que otra corza más. La mañana avanzaba lentamente, en ese momento nos encontrábamos aguardando en una siembra entre un perdido de monte y una viña. Entre el monte a pocos metros del filo vimos un bulto pero no conseguiamos verle la cabeza, en cuanto se movió un poco pudimos comprobar que se trataba de un macho joven, dicho esto no pudimos valorarlo más pues se oculto entre el monte y ya le perdimos la vista.
Decidimos que mi padre intentase darle la vuelta mientras yo esperaba cortarle la salida natural hacía las viñas, pero esta vez fue mucho más listo que nosotros y nos dio esquinazo. Así acabo esa salida al campo en busca del duende del bosque.



viernes, 6 de mayo de 2011

Historias de capreolus

Me he propuesto escribir relatos de recechos de corzos (Afortunados o no tanto) para abrir boca. Este es el primero:

Salí pronto de madrid con la idea de aprovechar todo el tiempo posible de aquella tarde de verano. Llegue a la finca a eso de las 7 y 15, me puse en una zona de siembra dentro del monte. Hacía mucho sol y bastante calor, era finales de julio.
Me coloque en un puesto que está preparado a tal efecto y me puse a esperar. A eso de las 8 salio justo en frente de mi, por el borde de arriba  del llanito que dominaba, un bulto, que una vez visto con los prismáticos resulto ser hembra. Me dije, ahora tiene que salir el macho, que para eso están en celo. Pero nada...la corza daba vueltas por medio de la siembra y allí no salia nadie a cortejarla.

Entorno a las 8,30 oí un ruido de un coche por el camino que llega hasta el filo del monte por donde yo había entrado, me sorprendió más cuando vi aparecer una furgoneta blanca, que paso sin más. Me quede un poco intranquilo porque deje de ver a la corza y temí que el ruido hubiese espantado cualquier atisbo de un macho. Estaba mirando con los prismáticos, cuando de repente la veo pegar una carrerita hacía mí seguida por otra hembra que había salido del monte y un macho detrás de ellas, haciéndolas correr un poquito.
 
Por fin, pensé. Parece que hoy me voy a divertir, exclame. Lo mire con los prismáticos y no me pareció malo a primera vista, tenía seis puntitas y sobresalía por encima de las orejas. No es muy grande pero tengo que aprovechar la oportunidad, pensé. Espere dos minutos por si salia algo más, pero no quise que me pasase lo que un día a principio de temporada en otro coto y me eche el rifle a la cara. 
Por el visor se veía un poco más grande y no me lo pensé, pum! El corzo cayo a plomo, estaba a 80 m delante mía y ni se movió del sitio.
Espere unos instantes para que todo se quedará en calma y no se fuera a  levantar con las prisa.

Este fue el resultado de aquella tarde de verano: